Segundo
año C
Trabajo
Integrador 3º Trimestre
Textos
de estudio
Unidad
4: “Jesús de Nazaret”
¿Quién es Jesús?
La pregunta acerca de ¿quién es Jesús? Se la han hecho millones de
hombres a lo largo de dos mil años, en las más variadas situaciones y en los
más diferentes lugares. Esta cuestión está clavada en el corazón de la historia
humana. A esta pregunta se han dado las más diversas respuestas: fue un gran
profeta, un genio religioso, un maestro moral, un líder revolucionario, un
curandero o un taumaturgo, un idealista romántico, un ser para los demás... un
superhombre y un supermístico. Y podemos
encontrar tantas respuestas como hombres. Y, lamentablemente, muchas de ellas
parciales o erróneas, porque no abarcan la totalidad de la figura de Jesús,
recortan a Cristo a la medida humana y pierden la anchura, la longitud y la
profundidad de Cristo “que supera todo conocimiento humano”, según San Pablo.
¿Qué pretendió y que vino a hacer en definitiva Jesucristo? Si
quisiéramos dar una respuesta desde la cual pudiéramos comprender a Jesucristo
y su mensaje podríamos decir: Jesucristo pretende ser en su propia persona la
respuesta de Dios a la condición humana. Solamente encontrándose con la verdad
de Cristo, el hombre encuentra su propia verdad de Hijo de Dios y alcanza la
plenitud de su dignidad, “dignidad que todo hombre ha alcanzado y puede
alcanzar continuamente en Cristo, que es la dignidad de la gracia de adopción
divina y también dignidad de la verdad interior de la humanidad” (El redentor
del hombre 11).
Cristo no comenzó predicándose a sí mismo, ni se anunció como Hijo de
Dios, Mesías o Dios. Los títulos que los evangelios atribuyen a Jesús son, en
su inmensa mayoría, expresiones de la fe da la comunidad primitiva. Para ellos
la Resurrección de Jesús constituye el gran cambio y ahora comprenden profundamente
quién era Jesús y lo que Jesús significaba para toda la historia de la
salvación. Desde esa perspectiva le atribuyeron títulos de excepción, como el
de “el Santo” y “el justo”, o “el Siervo de Dios”, “Hijo de Dios”, “Mesías” y
por último, el titulo de Dios mismo. Lo que estaba latente e implícito en las
palabras, signos y actitudes del Jesús que anduvo por Galilea, Nazaret, etc.,
quedó después de la Resurrección, patente y explícito. Los títulos que la fe le
atribuyó expresan con toda exactitud quién fue Jesús desde su nacimiento hasta
la cruz: el esperado de las naciones, el Salvador del mundo, el Hijo de Dios,
el mismo Dios hecho hombre.
Jesús se reconoce a sí mismo hombre, y como tal se manifiesta:
participa de un hogar y de una oscura población de oriente, obedece a sus
padres, aprende, trabaja, habla, escucha, dialoga, sufre hambre, sed, se
fatiga, duerme, llora, experimenta el dolor y la alegría, siente miedo.
Jesús se percibe a sí mismo Hijo de Dios, tan Dios como su Padre:
enseña con autoridad; se reconoce como preexistente; habla a Dios de un modo
singular: lo llama Padre de un modo único; hace milagros; perdona los pecados;
se coloca por encima de la Ley y los profetas.
La encarnación de Dios no significa simplemente que Dios se hizo hombre.
Quiere decir mucho más. Quiere decir que Dios tomó realmente parte en nuestra
condición humana y asumió nuestros más profundos anhelos. Que utilizó nuestro
propio lenguaje. Que mostró con signos y comportamientos típicos ese nuevo
orden que significa el Reino de Dios que ya no es una utopía humana imposible,
“porque ninguna cosa es imposible para Dios”. El Reino es ya una realidad
incipiente dentro de nuestro mundo.
Contexto histórico -
El
pueblo judío, sin estado propio desde la destrucción del Primer Templo en 587
a. C., en tiempos de Nabucodonosor II, había pasado varias décadas sometido,
sucesivamente, a babilonios, persas, la dinastía ptolemaica de Egipto y el
Imperio seléucida, sin que se produjeran conflictos de gravedad. En el siglo II
a. C., sin embargo, el monarca seléucida Antíoco IV Epífanes, decidido a
imponer la helenización del territorio, profanó el Templo (el Segundo Templo,
reconstruido en época persa), lo que desencadenó una rebelión, acaudillada por
una familia sacerdotal, los Macabeos, que tendría como consecuencia el
establecimiento de un nuevo estado judío independiente, que duraría hasta el
año 63 a. C.
En
este año, el general romano Pompeyo intervino en la guerra civil que enfrentaba
a dos hermanos de la dinastía asmonea, Hircano II y Aristóbulo II. Con esta
intervención dio comienzo el dominio romano en Palestina. Dicho dominio, sin
embargo, no se ejerció siempre de forma directa, sino mediante la creación de
uno o varios estados clientes, que pagaban tributo a Roma y estaban obligados a
aceptar sus directrices. El propio Hircano II fue mantenido por Pompeyo al
frente del país, aunque no como rey, sino como etnarca. Posteriormente, tras un
intento de recuperar el trono del hijo de Aristóbulo II, Antígono, quien fue
apoyado por los partos, el hombre de confianza de Roma fue Herodes, quien no
pertenecía a la familia de los asmoneos, sino que era hijo de Antípatro, un
general de Hircano II de origen idumeo.
Tras
su victoria sobre los partos y los seguidores de Antígono, Herodes fue nombrado
rey de Judea por Roma en 37 a. C. Su reinado, durante el cual, según opinión
mayoritaria, tuvo lugar el nacimiento de Jesús de Nazaret, fue un período
relativamente próspero.
A
la muerte de Herodes, en 4 a. C., su reino se dividió entre tres de sus hijos:
Arquelao fue designado etnarca de Judea, Samaria e Idumea; a Antipas (llamado
Herodes Antipas en el Nuevo Testamento) le correspondieron los territorios de
Galilea y Perea, que gobernó con el título de tetrarca; por último, Filipo
heredó, también como tetrarca, las regiones más remotas: Batanea, Gaulanítide,
Traconítide y Auranítide.
Estos
nuevos gobernantes correrían diversa suerte. Mientras que Antipas se mantuvo en
el poder durante cuarenta y tres años, hasta 39, Arquelao, debido al
descontento de sus súbditos, fue depuesto en 6 d. C. por Roma, que pasó a
controlar directamente los territorios de Judea, Samaría e Idumea.
En
el período en que Jesús desarrolló su actividad, por lo tanto, su territorio de origen, Galilea,
formaba parte del reino de Antipas, responsable de la ejecución de Juan el
Bautista, y al que una tradición tardía, que solo se encuentra en el Evangelio
de Lucas, hace jugar un papel secundario en el juicio de Jesús. Judea, en
cambio, era administrada directamente por un funcionario romano, perteneciente
al orden ecuestre, que llevó primero el título de prefecto (hasta el año 41) y
luego (desde 44) el de procurador. En el período de la actividad de Jesús, el
prefecto romano era Poncio Pilato.
El
prefecto no residía en Jerusalén, sino en Cesarea Marítima, ciudad de la costa
mediterránea que había sido fundada por Herodes el Grande, aunque se desplazaba
a Jerusalén en algunas ocasiones (por ejemplo, con motivo de la fiesta de Pésaj
o Pascua, como se relata en los evangelios, ya que era en estas fiestas, que
congregaban a miles de judíos, cuando solían producirse tumultos). Contaba con
unos efectivos militares relativamente reducidos (unos 3.000 hombres),[81] y su
autoridad estaba supeditada a la del legado de Siria. En tiempos de Jesús, el
prefecto tenía el derecho exclusivo de dictar sentencias de muerte
Sin
embargo, Judea gozaba de un cierto nivel de autogobierno. En especial,
Jerusalén estaba gobernada por la autoridad del sumo sacerdote, y su consejo o
Sanedrín. Las competencias
exactas
del Sanedrín son objeto de controversia, aunque en general se admite que, salvo
en casos muy excepcionales, no tenían la potestad de juzgar delitos capitales.
La
Sociedad en tiempos de Jesús
Bibliografía
Obligatoria:
P.
Olmedo, Jesús, “Jesús de Nazaret, aproximación cordial, vivencial y creyente
desde los pobres, Ed. San Pablo, Bs As, 2011 pg.48-53
El
judaísmo en los tiempos de Jesús
En
tiempos de Jesús, al igual que en la actualidad, el judaísmo era una religión
monoteísta, basada en la creencia de un único Dios. Los judíos creían que Dios
había elegido a su pueblo, Israel, y había establecido con él una alianza a
través de Abraham y Moisés, principalmente. Los actos fundamentales de dicha
alianza eran, para los judíos, la vocación de Abraham, el éxodo, y la
promulgación de la ley en el Sinaí.[84] La fidelidad de los judíos a esta
alianza se manifestaba, además de en su adoración a su único Dios, en la
rigurosidad con que seguían los mandamientos y preceptos de la Torá, o la
llamada Ley mosaica; ésta regulaba todos los aspectos de la vida de los judíos,
como la obligación de circuncidar a los hijos varones, la prohibición de
trabajar en sábado, y otras ciertas reglas alimentarias (por ejemplo, la de no
comer carne de cerdo) y de purificación.
En
el siglo I, el centro del culto a Dios era el Templo de Jerusalén. Era
necesario acudir a éste tres veces al año (durante las llamadas fiestas de
peregrinación), para realizar diversos sacrificios y entregar ofrendas. El
culto del Templo era administrado por los sacerdotes y levitas, cuyo número era
muy elevado,[85] los que desempeñaban los llamados oficios sagrados durante las
fiestas, tales como custodiar y limpiar el Templo, preparar los animales y la
leña para los sacrificios, y cantar salmos durante las celebraciones
públicas.[86] Los sacerdotes y levitas se mantenían con los tributos de los
campesinos, obligatorios para todos los judíos.
Pero
el Templo no era el único lugar en que se rendía culto a Dios: en época de
Jesús existía también la costumbre de reunirse cada sábado en las sinagogas.
Mientras que el culto en el Templo estaba dominado por los sacerdotes, la
costumbre de reunirse en las sinagogas fue promoviendo la religiosidad de los
laicos.[87] Además, en las sinagogas no se llevaban a cabo sacrificios a
diferencia del Templo, sino que tan sólo se leían y comentaban los textos
sagrados.
En
la época de Jesús, existían sectas divergentes dentro del judaísmo. El autor
que más información proporciona sobre este tema es Flavio Josefo. Este[88]
distingue entre tres sectas principales: la saducea, la esenia y la farisea.
Esta última era bastante respetada por el pueblo y estaba constituida
principalmente por laicos.[89] Creían en la inmortalidad del alma y eran
conocidos por el rigor con que interpretaban la ley, considerando a la
tradición como fuente de ésta. En cuanto a los saduceos, gran número de ellos
formaba parte de la casta sacerdotal, pero en oposición a los fariseos,
rechazaban la idea de que la tradición era fuente de ley y negaban también la inmortalidad
del alma. Por último, el grupo de los esenios es considerado por la inmensa
mayoría de los investigadores como el autor de los denominados Manuscritos del
Mar Muerto. Constituían una especie de monacato, cuyos seguidores eran
estrictos cumplidores de la ley, aunque diferían de los otros grupos religiosos
en su interpretación de ésta.
Otro
aspecto de suma importancia en el judaísmo del siglo I es su concepción
apocalíptica: la creencia en una intervención futura de Yahvé, que restauraría
el poder de Israel y tras la que reinarían la paz y armonía universales. Esta
idea adquirió gran fuerza en la época en que el pueblo judío fue sometido por
la ocupación romana (aunque está ya presente en varios de los libros proféticos
de la Tanaj, especialmente en el Libro de Isaías), y se relaciona estrechamente
con la creencia en la llegada de un Mesías. Además, es muy mencionada en la
llamada literatura intertestamentaria: libros apócrifos generalmente atribuidos
a patriarcas u otras figuras destacadas de la Biblia hebrea.
Las
instituciones religiosas
Fiestas
Las
tres fiestas de peregrinación son las más importantes: reúnen al pueblo junto
al templo y refuerzan la fe común.
-
La fiesta de Pascua sobre la liberación del Éxodo. En esta ocasión acuden unos
200.000 peregrinos a Jerusalén. La tarde del 14 de nisán se inmola en el templo
a los corderos que la familia come después de ponerse el sol. La fiesta se
prolonga durante 8 días. Se celebraba a primeros o mediados de abril. Su fecha
cambia, al igual que nuestra Semana Santa, a causa del calendario lunar.
Coincidía con la primera luna llena de primavera.
-
Pentecostés, 50 días más tarde, fue primero la fiesta de la cosecha, pero pasó
a ser luego, en la época de Jesús, la celebración del don de la Ley en el Sínaí,
fiesta de la alianza y renovación de esa alianza. Se celebraba a finales de
mayo o primeros de junio, dependiendo de la fecha de la Pascua.
-
La fiesta de las Tiendas o de las Chozas es la más espectacular. Para recordar
la estancia en el desierto, cada familia se hacía una choza de ramaje en los
alrededores de la ciudad. Se celebra a
mediados de octubre.
El templo
El
templo de Jerusalén era el otro polo de la vida judía. En él se celebraba a
diario el culto a Yahvé y los sacerdotes ofrecían los sacrificios. El templo
significaba la presencia permanente del Señor en medio de su pueblo.
La Ley
La
Ley, dada por Dios a Moisés, debía ser explicada y adaptada a las
circunstancias cambiantes de la vida. Ello dio lugar a la Ley oral o
tradiciones de los padres. El trabajo de interpretación y adaptación de la Ley
fue realizado por los escribas o doctores (verdaderos teólogos y juristas). En
tiempos de Jesús muchos pertenecían al partido fariseo y gozaban de una gran
autoridad ante el pueblo.
El
sábado
El
sábado es, con la circuncisión, la práctica más sagrada. Era el día dedicado a
Dios y al descanso. No se podía trabajar, ni llevar encima más de medio kilo de
peso y sólo se podía caminar alrededor de un kilómetro.
La sinagoga
Era
el lugar de reunión de los judíos para la oración y el estudio de la Ley. Más
aún que el templo, lejano para muchos y adonde sólo iban en las fiestas, es el
lugar donde se forja la fe y la piedad del pueblo. La ceremonia se dividía en
dos partes: primero el Shemá, que terminaba con una bendición. Después se hacía
la lectura de la Ley, iluminada por un texto de los profetas, y seguida por una
homilía.
Grupos
socio-religiosos
"Uno de aquellos días, mientras enseñaba al pueblo en el templo
anunciándoles el Evangelio, se presentaron los sumos sacerdotes y los escribas
con los ancianos..." (Lc 20,1)
" ... Le enviaron unos fariseos y partidarios de Herodes, para
cazarlo con una pregunta..." (Mc 12,13)
"...Se le acercaron unos saduceos, de los que dicen que no hay
resurrección, y le preguntaron..." (Mc 12,18)
Sumo
Sacerdote
Era
el responsable máximo del templo y presidente del Sanedrín. Gozaba de una gran
dignidad y una situación económica confortable. Pertenecía al partido saduceo y
era colaboracionista con el poder romano. Su cargo era vitalicio, pero los
diversos procuradores nombraban y destituían al sumo sacerdote cuando querían.
Saduceos
Pertenecían
a la clase alta del país, aristocracia sacerdotal y grandes propietarios.
Políticamente colaboraban con el poder romano, intentando mantener el orden
público. Religiosamente eran muy conservadores: se atenían a la Ley antigua, no
creían ni en el reino venidero ni en la resurrección.
Sacerdotes
En
Israel el sacerdocio era hereditario y se adquiría por nacer en la tribu de
Leví. Unos 7000 sacerdotes se encargaban de atender el templo. En general era
gente pobre, vivían de las ofrendas y de oficios que se buscaban por su cuenta.
Escribas
La
mayoría eran laicos. Su misión consistía en explicar y actualizar la Ley en
función de los nuevos tiempos y de los problemas que se planteaban.
Fariseos
La
palabra "fariseo" significa " separado". Eran hombres
piadosos que conocían bien la Ley y la cumplían a rajatabla (ayunos,
penitencia, oración ... ). Ejercían una enorme influencia entre el pueblo,
hasta el punto de que los jefes religiosos seguían siempre sus consejos.
Pertenecían a una clase media (artesanos, pequeños comerciantes ... ). Los
fariseos quieren estar separados de los impuros, es decir, de los que no
conocen la Ley ni la cumplen. Eran nacionalistas y hostiles a los romanos, pero
no usaban la fuerza, sino que esperaban un Mesías que establecería el reino de
Dios echando a los romanos del país. Se consideraban el resto de Israel y
esperaban en la resurrección de los muertos.
Zelotas
Eran
un movimiento extremista y armado. Su nombre significa "celosos de
Dios". Pertenecían a las capas más pobres del pueblo (agricultores,
jornaleros, pescadores de Galilea...). No se enfrentaban directamente con el
ejército romano, sino que organizaban revueltas y asesinatos aprovechando las
reuniones masivas. Solían esconderse en cuevas de Galilea y contaban con el
apoyo de las clases populares. Entre los seguidores de Jesús había antiguos
zelotas: Simón, el zelota, Judas Iscariote...
Esenios
Eran
una especie de monjes que vivían en comunidad a orillas del mar Muerto, en
Qumrán. Esperaban la venida de dos mesías, uno político y otro religioso, que
restablecerían la justicia, el final del pecado y la restauración del imperio
de Israel.
Pueblo
Era
la clase social inferior, la plebe, compuesta fundamentalmente por habitantes
del campo, muchas veces descendientes de extranjeros, que no conocían la Ley
más que en lo fundamental y ni siquiera eso cumplían. Pertenecían a este grupo
los jornaleros, curtidores, carniceros, pastores y todos aquellos cuyos oficios
eran considerados impuros. Era la gran masa del país.
Mujeres
La
mujer no tenía los mismos derechos civiles ni religiosos que el hombre. Una
mujer dependía totalmente de su padre hasta la edad de 12 años. A esta edad, se
celebraban normalmente los desposorios, y un año después tenía lugar el
matrimonio. A partir de entonces la mujer pasaba a depender totalmente del
marido. Éste podía divorciarse; la mujer, no. En el templo, la mujer no podía
pasar del atrio reservado a los gentiles y a las mujeres. En el culto de la
sinagoga no jugaba papel alguno. Solamente se limitaba a escuchar. En los
juicios su testimonio no valía. En resumen, la mujer estaba considerada como
menor de edad y una posesión del hombre.
Marginados
En
la sociedad palestina había grandes grupos marginados por distintas causas:
religiosas, morales o racistas.
-
Los publicanos
eran marginados porque cobraban, por arriendo de los romanos, los tributos
sobre las mercancías importadas. Para que les quedara algo de ganancia tenían
que cobrar algo más del tributo. Cometían muchos abusos, y el pueblo en general
los odiaba y los tenía por ladrones.
-
Algunos enfermos, sobre todo de la piel, leprosos y, de afecciones
mentales o nerviosas, endemoniados se veían apartados de toda vida social,
incluso de la religiosa. Los minusválidos (cojos, ciegos, paralíticos ... ),
frecuentemente convertidos en mendigos, eran otro tipo de marginados.
-
Los gentiles
(los que no son judíos) y los pecadores públicos (prostitutas, adúlteras
... ) eran discriminados por motivos m orales-religiosos.
La
vida de Jesús en medio de su Pueblo
Bibliografía
Obligatoria:
P.
Olmedo, Jesús, “Jesús de Nazaret, aproximación cordial, vivencial y creyente
desde los pobres, Ed. San Pablo, Bs As, 2011 pg.77-96